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Debía costar 25 pesetas. No recuerdo si fue mi tío Ricardo o mi abuelo Evaristo el que me envió al quiosco del parque de Espronceda a comprar el periódico del sábado. Yo debía ser muy pequeño y volví a casa con el HOY debajo del brazo.

La escena se repetía cada sábado. A primera hora bajaba a la tienda de El Zamorano para echar una mano y a media mañana le llevaba el periódico a mi abuela Pepa, que se iba directa a las esquelas. «Pobrecita niña. Tenía cuatro añitos», me decía acongojada mientras señalaba un nombre en una página donde yo sólo veía cruces. «Abuela, y por qué sólo te da pena esa niña», le preguntaba sin entender que no todas las muertes son iguales.

Pasaron los años y a la vuelta del colegio paraba unos instantes en Prensa Castilla para ojear las portadas del día. Entonces me interesaban los deportes y podía ver la primera página del Marca sin necesidad de comprar el periódico.

Luego llegó el instituto, esa etapa en la que uno va dando bandazos hasta encontrar su camino. Yo lo encontré en Historia de 3º, con Guadalupe, Fue ella quien me ayudó a descubrir que los periódicos pueden ser una herramienta útil para cambiar la sociedad.

Tres años en la Universidad Complutense me abrieron los ojos a un mundo que yo no imaginaba tan diverso. Radio Almendralejo con Pepe Cortés, El Periódico Extremadura con Ángel Díaz... y de pronto era yo quien contaba las historias que ocurrían en mi ciudad. ¡Qué fácil me lo puso Fernando Sierra cuando llegó la hora del relevo en la corresponsalía de HOY! Siempre ha sido un buen tipo.

Entonces no había móviles ni cámaras digitales. Cada mañana iba a la tienda de fotos de Mario, que estaba en Francisco Pizarro, para que me revelara las fotos del día. A las 2 las recogía y en una Vespino que compré en Casa Pardo las llevaba a Leda para que llegaran a tiempo a la redacción.

Por la tarde, en una mesa que coloqué en mi habitación, me sentaba ante un Apple de primera generación para enviar las noticias que se publicarían al día siguiente. Fueron años intensos, con el Extremadura en Primera. Cada domingo era una fiesta de la que yo me sentía partícipe aprendiendo de Miguel Beltrán.

Han pasado 25 años, demasiado tiempo. El mundo ha cambiado y hoy las fotos circulan por whatsap, las noticias son instantáneas y la actualidad se mueve a golpe de clic. Pero la base del periodismo no ha cambiado, interesa la novedad, la sorpresa, lo inesperado. La felicidad, la tragedia, lo que no comprendemos, lo que nos identifica.

Todo se mueve rápido, nada es inmutable, pero el periódico llega puntual a los hogares de los suscriptores. En el buzón, por debajo de la puerta, en una ventana que siempre amanece abierta. En el mostrador de la librería, en el quiosco de la avenida, en la tablet, en el móvil y a partir de ahora, en la web de https://almendralejo.hoy.es que Gloria Casares y la redacción de HOY irán nutriendo para que la información fluya rápido en estos tiempos a golpe de click.

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