Pudo ser un buen abogado o tal vez un juez justo. Pero el camino de Antonio Sanjuán Marín (Salvaleón, 1942) no era el habitual para un chico nacido en una familia que hizo el esfuerzo de enviar a su hijo a la universidad. «Para sus padres debió ser duro que dejara los estudios de Derecho en Madrid, pero con el tiempo se alegraron», reflexiona Pedro Cabrera, coordinador del Equipo Misionero Claretiano. Su reflexión solo es una entre la multitud de mensajes que han circulado por las redes tras el fallecimiento de Antonio Sanjuán, un misionero claretiano al que Almendralejo despidió el pasado 19 de diciembre. «Lo importante es que su espíritu siga vivo, porque la obra que él inició ha dado muchos frutos», explica la hermana Ana, superiora de la comunidad del Santo Ángel en Almendralejo, la ciudad a la que fue destinado este sacerdote en 2013 para convertirse en el superior de la Iglesia del Corazón de María.
Cuenta su biografía que Antonio Sanjuán ingresó con doce años en el Seminario Menor que los claretianos tenían en Don Benito. Allí conoció la forma de trabajar de una congregación que estaba presente en Plasencia, Almendralejo, Zafra y Jerez de los Caballeros.
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